Enceguecido por un brutal golpe de rabia, Rolando Flori n le quita la vida al portero de una discoteca que, basado en argumentos raciales, le irrespeta y obstruye sus deseos de entrar al interior del lugar.
Este acto es presenciado por Mortelo Italia, quien adem s de ser el propietario de la discoteca, forma parte de un selecto staff de profesionales de la conducta humana contratados a mediados de la d cada de 1980 por c rteles colombianos para seleccionar al personal caribe o que se encargar a de las operaciones del narcotr fico internacional.
De forma instintiva, y antes y durante el transcurso de los acontecimientos, Mortelo Italia realiza un an lisis psicom trico que le permite observar las cualidades extraordinarias que posee Rolando Flori n para formar parte del crimen organizado.
Por tanto, en vez de emprender represalias por haberle quitado la vida a uno de sus empleados, m s bien ordena a su personal que borre todas las evidencias del hecho y se re ne con l para expresarle sus prop sitos de adoctrinarlo y hacerlo formar parte de una corriente criminal denominada La lite.
A partir de la fuerza conceptual que obtiene con su nueva condici n de Capo de La lite, Rolando Flori n necesita inaugurar su tinglado criminal con un golpe maestro que le permita dejar establecido un sello de marca en el mundo de las artes execrables, y analizando diversas posibilidades delictivas, selecciona a Sixto Caballete Turb , quien para entonces es el m s poderoso narcotraficante del Caribe antillano.
Esto lo lleva a explorar las fuentes que dan soporte a su estructura de poder, y descubre su v nculo con una extensa plataforma de militares haitianos, los que a su vez son dirigidos por corrientes pol ticas afines al gobierno de Raoul C dras, el gobernante de facto que en 1991 le hab a propinado un golpe de Estado a Jean-Bertrand Aristide.
Para el logro de su objetivo, Rolando Flori n se pondr en contacto con una extraordinaria urdimbre militar, empresarial y delictual de Santo D.