A pesar de los a os transcurridos todav a se mantiene fresco en mi memoria, aquel joven que acababa de llegar de M xico a California EUA, que visit unas de mis campa as de avivamiento.
Con pocas palabras, destilaba una mudurez y una unci n poco usual para un joven de 17 a os de edad.
En aquel entonces no sab amos los profundos lazos de amistad que ligar an nuestras vidas en la preciosa tarea del santo evangelio que fuimos llamados.
Pocos a os m s tarde, a ese fiel Alfarero le placi tomar a Isa.